Debo aclarar que me encanta el hecho de ser mujer y después de la
comida mi debilidad es el género masculino. Me fascina ser mujer porque todo es
lindo, estético y todo nos queda bien, hasta las pataletas. Las mujeres somos
mañosas, amamos de corazón, nos queda bien usar falda o pantalón; ser amas de
casas es alabado, ser ejecutivas significa independencia y si se nos da por
hacer algo masculino encajamos perfectamente en la definición de verraquera.
En esta vida he disfrutado tanto como mujer que estoy segura que
en mi próxima vida, si no evoluciono en vaca sagrada, seré un hombre, claro que
ya he hecho suficientes puntos para ganarme los cachos de un semovimiente de
ese tipo. Como uno tiene que prepararse para todo, así como Colombia para el
postconflicto, Bogotá a otra alcaldía de izquierda si no se pone las pilas y J.
Mario para que le den la terrible noticia de que sus libros no se ganarán un Nobel, yo he venido preparando cuidadosamente mi
plan para cuando sea hombre.
Si yo fuera hombre haría lo que hacen todos los hombres; comer,
cagarla, tirar y hacer todo lo que hacen
sin remordimiento alguno. Si yo fuera hombre le haría a todo lo que se moviera
sin ninguna contemplación y no las llamaría al día siguiente para ayudarles a
formar carácter, sobre todo a esas que piensan que todos se enamoran de ellas.
Si yo fuera hombre trabajaría duro todos los días, sería un hombre
muy exitoso, bien vestido y con una cuenta bancaria considerable porque no hay
nada más horrible que un tipo tacaño, un tipo que pida dividir la cuenta, uno
nulo de detalles materiales o que haga pagar la mitad de los servicios de la
casa. No hay nada mas maluco que un hombre vaciado y pobre.
Si yo fuera hombre, no digo mentiras, sería perro. Pero sería un
Border Collie, es decir un perro inteligente. La historia universal nos ha
comprobado que la única condición que se requiere para que se descubra una
infidelidad es que quien ponga cachos sea hombre. El genero masculino tiene una
horrorosa obsesión con dejar las pistas de las traiciones regadas, gozan con la
torpeza de sus hazañas y les produce un infinito placer invertir plata y tiempo
en tratar de lograr el perdón. A las mujeres en cambio la infidelidad no se nos
nota.
Como decidí que voy a hacer un hombre perro, también debo ser un
maestro de las artes amatorias. El día que sea hombre debo ser como George Clooney con la personalidad del difunto cerdo de George Clooney, es decir un galán muy sucio, de esos que
producen vulgaridades femeninas, de esos a los que uno les dice que si a todo;
en dos, en cuatro, en cinco, en sesenta y nueve, en tres y con tres. De esos
por lo que uno va y se gasta un hurgo de plata comprando calzones divinos. El
día que sea hombre daré todo lo mejor de mi en la cama. No puedo ser de esos
que solo empujan mientras uno juega a encontrar animalitos en el techo a la vez
que cuenta los segundos en la cabeza para que termine. Debo ser experto en
cochinadas, un tipo bien sucio, de esos que agarran duro y manejan la
situación, no un pobre tonto que parezca un adolescente y que termina a los
cinco minutos sin respeto alguno por la arrechera de uno.
Si voy a ser perro
tengo que aprender que no siempre en el primer polvo voy a hacer que mi victima
se venga, así que debo procurar hacerle todo lo habido y por haber para que al
menos salga con buena fama de la faena, porque hay algo que debe quedar muy
claro: cuando uno decide ser un hombre perro debe ser buen polvo porque no
puede andar por el mundo siendo el hazme reír de todo del género opuesto, uno
no puede ser el protagonista de esa falta conversación burlona, porque si algo
he aprendido de ser mujer, es que uno cuenta, emite puntajes, compara y rankea.
Un puede ser un hombre perro pero jamás un oso.
El día que sea hombre tengo que ser un tipo serio, consiente de
que la época del enredo ya pasó. El día que tenga una amiga y me convierta en
su fuckfriend voy a actuar con toda
la madurez posible y no andar pensando que cuando una mujer se quiere ir a la
cama con un tipo, mágicamente amanece enamorada y por eso debo empezar a tener
actitudes dispersas y evasivas. No puedo ser un imbécil.
Cuando llegue el momento de casarme no puedo ser de esos hombres
que quieren casarse con una
virgen sin antecedentes, como si se les atrofiara la lógica y pensarán que las
mujeres adquieren conocimientos amatorios por osmosis y las cosas que les gusta
se aprendieron mientras se le rezaba el rosario a la rosa mística porque ella
nos enseñó solo a amar a Jesús y les recuerdo, mis hijos ,que por algo Jesús prefirió amar
a María Magdalena.
Los franceses se equivocaron al creerse libertarios y no conservar
la guillotina para los hombres huecos, porque a las mujeres se le perdona lo vacías,
pero a los hombres no. Por eso el día que sea hombre, tengo que ser un tipo con
contenido. Como hombre me voy a dedicar a comer como un búfalo, nada de comida
saludable, semillas y fruta deshidrata. Tampoco voy a ser de esos hombres
adictos al gimnasio. No señoras, voy a ser un hombre desbaratado, un hombre de
verdad, no de esos que están tan marcados que me genera presión cada que me quitan la blusa, en otras palabras, me genera presión que este más buenos que yo.
Mejor dicho, el día que ser hombre, voy a reivindicarme con lo que
fui en mi vida pasada: con una mujer. La voy amar, a respetarla, a tomar
decisiones para ella, a confiar en ella, a consentirla y hacerla feliz. El día
que sea hombre procuraré no causarle tristeza y decepción alguna, por eso lo
último que decidí es que el día que me toque ser hombre, seré un gran marica
feliz.