domingo, 12 de abril de 2015

El día que me tocó dejar de creer en el amor.

Si la Bella Durmiente hubiese sabido que la iban a despertar con un beso de amor para enamorarla y  joderle la vida, estoy segura que hubiese preferido seguir durmiendo hasta el fin de sus días. Si yo hubiese sido la Miss Universo seguramente hubiese dicho que lo que más quiero aprender de los hombres es a comer, tirar, cagarla y hacer todo lo que hacen sin remordimiento alguno. Esa es la verdadera igualdad material.

Pero la realidad es otra. Lo cierto es que soy una guerrera y de Miss Universo solo tengo mi 1,75 de estatura y en lo único que me parezco a la Bella Durmiente es en que la despertaron para joderme felices para siempre, en resumidas cuentas; me jodieron por lo alto.

Dicen que el amor es como los fantasmas, todos hablan de ellos pero muy pocos los han visto. En todo caso la humanidad esta condenada a querer encontrarse con esos fantasmas, a vivir con esos fantasmas y ser un fantasma. Cansada ya de ser el fantasma de muchos y de no encontrarme un fantasma que al menos le diera la talla a Casper, decidí exorcizarme para sobrevivir.

Exorcizarme me llevó una buena cantidad de años, no lo niego. Pero dejar de creer en el amor es lo más sensato que uno puede hacer después de renunciar a la dieta en fiestas decembrinas.

Cuando la humanidad ama de verdad, lo hace con el corazón y las viseras. El poder mas grande sobre la tierra es el amor y no es de cula, la historia lo demuestra. Se libraron batallas por el amor de alguien, se escriben libros sobre amor, canciones sobre amor, pócimas para el amor, trucos para el amor, profesionales en terapias para el amor,  hay gente que se ha suicidado por amor, otras que han suicidado al amor, conozco a alguien que se cambió el nombre de Camila por Amor y a un Coronel Amor que lo investigan por un homicidio en Buga, literalmente un Amor que mata.

Entregarle el corazón a alguien, es entregar parte de su alma. Romper el corazón de alguien, es romperle el alma y romper el alma es quitarle un poquito de vida a alguien. Exorcizarme del amor como parte de mi plan de sobrevivencia me llevó años, pero el día que lo decidí fue la última vez que enamoré.

Para ese entonces éramos parte de un ejercito que libraba batallas defendiendo a su país. Éramos un par de soldados que habían logrado esquivar un sin número de mini guerras, camuflarse para vencer al enemigo y ya hechos todos unos expertos en tácticas y estrategias de guerra para sobreponernos a cualquier emboscada.  Todo iba bien, estábamos a punto de ascender de grado y prometimos luchar una batalla final para lograr la independencia del país que defendíamos.

Ese día soltamos la bomba y mientras el tanteaba el terreno, yo esperaba entre los matorrales, lista para salir y encender a bala a todo el que se me pasará con el fin de llevarlos a rendir. De pronto sentí que se empezó a acobardar. - ¿Qué pasa mi lanza? -Le grité, pero creí que el ruido de granadas no lo dejaban escuchar con claridad así que con el coraje que caracteriza a los soldados en batalla, salí de los matorrales e intente enfrentarlos uno a uno, para ayudarle.

Apliqué cada una de las tácticas que juntos habíamos diseñado, pero mientras yo me encendía a bala con el enemigo, el empezó a asustarse. El ruido de las bombas eran cada vez más fuertes, y yo armada de valor seguía luchando mientras lo veía retroceder. Mientras me quitaba el pelo de la cara, para poder ver con claridad y lo protegía porque pensaba que tan solo estaba asustado por el terrible y mortal escenario, volteé por última vez a mirar atrás y ahí lo vi, huyendo y corriendo. Me volteé de nuevo con las lagrimas en los ojos y cuando sentí; un balazo me había dado justo donde era.

-¡Soldado, se le va explotar el corazón! – Gritaba mi general, -Tenemos muy poco tiempo para que sobreviva, está dispuesta usted a morir y resucitar para la vida eterna?-  añadió. – ¡Mi General, pero ¿y mi compañero? Lo vi correr, no se si esta bien! – Le repliqué. – Tranquila, soldado. Él está bien, llegó justo a tiempo y ahora le dieron un cargo para que maneje la diplomacia sin necesidad de herir a nadie, ahora usa corbata – Me dijo, -¿Esta usted dispuesta? No tenemos tiempo – me insistió. –Si mi general, el dolor es muy fuerte –

Ese día me morí y resucite para la vida eterna, mientras eso pasaba me exorcizaron el alma. Ese día deje de creer en los fantasmas. El corazón se me estalló.

Llevó un buen tiempo con el corazón estallado, tal vez  viva mi vida sin corazón, dice el doctor. Para las viseras, el médico me envío un remedio y cada vez que empiezo a sentir algo me trago rápido un Baygon para matar las mariposas sin que parezca un suicidio.

Los campos de batallas no me sorprenden. Ya no hay causas que me impresionen. Ya no hay convicciones a las cuales hacerles juramento. Como muchas, le perdí la emoción a las batallas.

De mi compañero no logró muy bien acordarme, solo perdonarle que me haya dejado herida en guerra. La justicia tarda pero llega y a lo mejor, lo juzguen por desertor. Y para ese entonces, espero que les quiten el fuero y lo juzgue una magistrada. Mujer.  Recién separada.

Así fue como tomé la decisión de sobrevivir. Me retire de los campos, sin corazón pero con la frente en alto.  En el pabellón de los valientes quedó mi foto. Con el alma fuerte, llena de cicatrices de guerra, siempre dispuesta a librar y sin remordimientos, como debe ser la conciencia del Coronel Amor, porque literalmente, el Amor mata.

Primera Dama y

Reservista de primera línea.

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